domingo, 16 de marzo de 2008

Trayectoria de un Nazareno

A mis sesenta años me pongo a recordar lo que ha sido nuestra Hermandad para mí.

Desde muy pequeño, y siempre de la mano de mis padres, viví lo que era la Semana Santa. Muy pronto mi ilusión fue participar en su recorrido por las calles de Ronda.

Mis principios fueron de monaguillo, después pasé a hermano de fila, con sólo mi vela como muchos más; hasta que me llegó la túnica ‑no os podéis figurar lo que yo sentí‑. Pero duró poco tiempo, pues debido a la enfermedad de mi padre, muy joven ocupé su sitio en el trono y fui lo que todos queremos ser: Horquillero. Fueron muchos años en los cuales ya participaba como vocal en la junta de Gobierno. Pero hay que decir que, incluso poniendo todo mi afán, las reuniones, donde nunca acudíamos más de cuatro, no me las tenía muy claras. Al llegar la semana que todos esperábamos, ya estaba todo hecho, y yo me preguntaba cuál era mi participación. Un día, se presenta el Hermano Mayor diciéndome que yo tenía que ser Capataz de Paso. Mi confusión fue mayúscula, pero con todos mis temores lo fui. Desde aquel momento ya fue mi mayor participación y mi ilusión en tan querida Hermandad.

Vinieron peores tiempos y se fue enfriando la convivencia de la Hermandad llegando el momento, como no podía ser de otra forma, de la dimisión de toda la junta. Faltaban tan sólo cuarenta días para nuestra Semana Mayor, por lo que fue una gran sorpresa para propios y extraños. Desde aquellos momentos las prisas de un grupo de hermanos fueron enormes, pues no imaginamos nunca que aquel año podíamos quedarnos sin sacar en procesión a nuestra titular como de costumbre. Tras continuas reuniones, decidimos una junta de emergencia. Celebrar los Cultos y salir, no lo quiero ni recordar.

Al fin lo conseguimos y pasada la Semana Santa y los agobios, me puse a recordar pasado y presente, dándome cuenta de que no fue fruto de la suerte, que mis muchos años de convivencia en hermandad estaban dando sus frutos. También comprendí que una Hermandad no es cosa de tres personas, ya lo tenía yo muy claro, lo primero era formalizar una junta de personas responsables con la única misión de trabajar y trabajar... Pues no consiste sólo en salir el día que corresponde; una Hermandad es mucho más. Una Hermandad conlleva obras sociales, ayuda al que lo necesita y además debe procesionar decorosamente, lo cual no es tarea fácil.

María Santísima en la Soledad nos iluminó y poco a poco fuimos superándolo y llevando a cabo lo que queríamos, paso a paso, pero sin descanso. De todas formas no fue un camino de rosas, y como en nuestras desavenencias no hablaba tal o cual sino cada uno según el cargo que desempeñaba, al término de las reuniones todos tan contentos ‑misión cumplida‑. A pesar de ello y contra nuestra voluntad fueron cayendo hermanos, que comprendieron su falta de constancia en momentos determinados y con los cuales hoy seguimos siendo si cabe, más amigos.

Pasados los años sigo creyendo que tenemos que seguir haciendo Hermandad, pero Una para Todos, y tenemos muchos medios para hacerla. Fijaos en "los romeros" que año tras año se van al campo para recoger el romero para nosotros y los demás; después comen, beben y se gastan bromas y ríen hasta la saciedad, eso es Hermandad. No quiero cubrir el espacio que tengo sin recordar a todos los que hicieron posible que llegáramos a los ochenta. También dar las gracias a los que en mis tres legislaturas como Hermano Mayor hicieron posible muchas cosas con su apoyo y mucho trabajo, pues de ahí partió el que la Hermandad ocupe hoy, el sitio donde tiene que estar. Como os daréis cuenta, no doy fechas ni nombres, ya que tengo la seguridad de que ni las fechas serían exactas, ni los nombres, y no quisiera olvidar a nadie.

Sí, me gustaría dejar patente mi reconocimiento a las Hermanas Carmelitas y a nuestro querido y desaparecido Don José Parra. Posiblemente continuaría escribiendo una vez puesto, pero no creo que el espacio lo permita.

Para concluir quisiera que, desde nuestra fe, nunca permitamos que nuestra Soledad esté sola.



Antonio Cabello Ruiz, un hermano.

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