Entre mi fe y tú recuerdo:
Todo estaba preparado, las luces de los cirios encendidas, los nazarenos preparados para comenzar a andar.
Todo estaba dispuesto, los horquilleros en su sitio esperando el toque del capataz, como un hermano más entre el varal, me sentía conmovido al ver a mi alrededor tantas caras conocidas.
Entre saludo y saludo, levanté la mirada y vi a mi Soledad Me sentí, como alucinado; La vi: Más bonita que nunca, se salía de su belleza.
Pese a su pena, qué bonita estaba mi virgen, esperaba nuestra visita anual.
Yo, la miraba y me decía; ‑ "Que belleza más pura y limpia", resaltaba de esos pómulos bañados por las lágrimas aquella mirada serena y sosegada, me cautivó de tal manera, que mi corazón se abrió a su amor.
Un pecador como yo, no podía imaginar como una simple mirada, me pudiese cautivar. Me despertó de aquella hipnosis, un duro golpe de campana.
‑"Todos en sus puestos"‑ Gritó el capataz,
‑ “Vamos a salir a la calle" Embriagado por el olor a romero y de flores del paso, se oyó‑ “Vamos a la calle con ella" y se oían las voces de los horquilleros: “cuidado con esa esquina", “echémosla a los brazos" bajando los escalones, se oían palmas a rabiar; ‑“Viva la Soledad"‑ Gritaban.
Ya estábamos en la calle, y detrás de mi antifaz, oía a las mujeres que decían: "Mira que bonita va,' 'cuántas flores lleva", qué cara tan bonita tiene". Qué corona, que manto tan bonito. Este horquillero, no cabiendo en sí de gozo y embriagado por tantos piropos hacia su virgen, llora por dentro de emoción.
Comienza el recorrido penitencial, al toque de campana se escucha una voz que dice: "Llevémosla despacito", como si no quisieran regresar.
Al son del tambor, se escucha una garganta, describiendo una saeta entre sollozo y gemido. El capataz, para el paso, y al pararlo no lo bajan de sus hombros, los horquilleros queremos mecerla.
Continuamos el paso, pero despacito, como mimándola al andar, se escucha una voz: ‑"Cómo vamos capataz", el capataz responde: ‑"De dulce, de dulce nos sabe el camino, y no queremos llegar.
Exhaustos por el cansancio los hombros ensangrentados y el cuerpo sudoroso, se oye: ‑ a estamos llegando", Qué, pronto ha pasado todo.
El capataz; para el paso, más que por descansar, por no encerrarnos muy pronto.
Entre contemplación y silencio, al suspirar del cansancio, unos "Olés" de gracias al saetero.
Continuando el paso, estamos llegando al templo.
La puerta está abarrotada de público, mientras estamos llegando, y pensando en la subida.
Por mi mente, pasa todo el recorrido penitencial, y los momentos vividos.
Cuánta emoción por las venas, al llegar a la escalera del templo.
El público está esperando la subida de la Virgen, se encienden las antorchas, y sobre las escaleras, una fila de nazarenos nos escoltan.
Suena la campana; Llega el momento cumbre, ‑“Vamos, un último esfuerzo" Entre gritos de "Olés" y palmas llegamos hasta arriba, con nuestro último aliento, recogemos a nuestra Virgen, entre palmas y alegrías, ‑ “viva la Soledad" se oye, es un rugido con fuerza.
Este horquillero, que se sube el antifaz y entre felicitaciones, recoge unas cuantas flores, levanta la mirada y ve a su Virgen feliz. Con un "hasta el año que viene" , se va despidiendo de todos, mientras regresa a casa, recuerda aquellos momentos grabados en su mente, que dejan huella imborrable, y pensando está en volver.
Todo estaba preparado, las luces de los cirios encendidas, los nazarenos preparados para comenzar a andar.
Todo estaba dispuesto, los horquilleros en su sitio esperando el toque del capataz, como un hermano más entre el varal, me sentía conmovido al ver a mi alrededor tantas caras conocidas.
Entre saludo y saludo, levanté la mirada y vi a mi Soledad Me sentí, como alucinado; La vi: Más bonita que nunca, se salía de su belleza.
Pese a su pena, qué bonita estaba mi virgen, esperaba nuestra visita anual.
Yo, la miraba y me decía; ‑ "Que belleza más pura y limpia", resaltaba de esos pómulos bañados por las lágrimas aquella mirada serena y sosegada, me cautivó de tal manera, que mi corazón se abrió a su amor.
Un pecador como yo, no podía imaginar como una simple mirada, me pudiese cautivar. Me despertó de aquella hipnosis, un duro golpe de campana.
‑"Todos en sus puestos"‑ Gritó el capataz,
‑ “Vamos a salir a la calle" Embriagado por el olor a romero y de flores del paso, se oyó‑ “Vamos a la calle con ella" y se oían las voces de los horquilleros: “cuidado con esa esquina", “echémosla a los brazos" bajando los escalones, se oían palmas a rabiar; ‑“Viva la Soledad"‑ Gritaban.
Ya estábamos en la calle, y detrás de mi antifaz, oía a las mujeres que decían: "Mira que bonita va,' 'cuántas flores lleva", qué cara tan bonita tiene". Qué corona, que manto tan bonito. Este horquillero, no cabiendo en sí de gozo y embriagado por tantos piropos hacia su virgen, llora por dentro de emoción.
Comienza el recorrido penitencial, al toque de campana se escucha una voz que dice: "Llevémosla despacito", como si no quisieran regresar.
Al son del tambor, se escucha una garganta, describiendo una saeta entre sollozo y gemido. El capataz, para el paso, y al pararlo no lo bajan de sus hombros, los horquilleros queremos mecerla.
Continuamos el paso, pero despacito, como mimándola al andar, se escucha una voz: ‑"Cómo vamos capataz", el capataz responde: ‑"De dulce, de dulce nos sabe el camino, y no queremos llegar.
Exhaustos por el cansancio los hombros ensangrentados y el cuerpo sudoroso, se oye: ‑ a estamos llegando", Qué, pronto ha pasado todo.
El capataz; para el paso, más que por descansar, por no encerrarnos muy pronto.
Entre contemplación y silencio, al suspirar del cansancio, unos "Olés" de gracias al saetero.
Continuando el paso, estamos llegando al templo.
La puerta está abarrotada de público, mientras estamos llegando, y pensando en la subida.
Por mi mente, pasa todo el recorrido penitencial, y los momentos vividos.
Cuánta emoción por las venas, al llegar a la escalera del templo.
El público está esperando la subida de la Virgen, se encienden las antorchas, y sobre las escaleras, una fila de nazarenos nos escoltan.
Suena la campana; Llega el momento cumbre, ‑“Vamos, un último esfuerzo" Entre gritos de "Olés" y palmas llegamos hasta arriba, con nuestro último aliento, recogemos a nuestra Virgen, entre palmas y alegrías, ‑ “viva la Soledad" se oye, es un rugido con fuerza.
Este horquillero, que se sube el antifaz y entre felicitaciones, recoge unas cuantas flores, levanta la mirada y ve a su Virgen feliz. Con un "hasta el año que viene" , se va despidiendo de todos, mientras regresa a casa, recuerda aquellos momentos grabados en su mente, que dejan huella imborrable, y pensando está en volver.
José María Tirado Ramos
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