Ella los alentó, ella prestó los velos grandes de las monjas para hacer los faldones del trono...
Ella dejó que la imagen de la merced, por la que sentía delirio, se transformara en Soledad en el gran día del Viernes Santo poniéndole unas lágrimas, de cera, que de hecho estropearían su agraciado rostro.
Madre María de Cristo veía con gozo que su Virgen de la Merced bajara de la altura donde presidía en su iglesia (entonces no tenía camarín) dejara su niño al cuidado de la sacristana, tomara el sencillo manto negro y se vistiera de Soledad.
La veía unida al dolor de su Hijo y también al de los hijos que engendró al pie de la Cruz para consolarlos a todos.
Era la Madre de la Merced, que en su soledad se unía a tantas almas que en soledad gustan, beben y saborean el cáliz del Señor y junto a Él y junto a su Madre, sienten consuelo pues ya no están solos; tienen a un Madre y a Jesús que les llenan el vacío dejado por la ausencia de sus seres queridos, la pérdida de la salud, la incomprensión de los que le rodean o mil cosas más.
Madre María de Cristo vibraba con la procesión de la Virgen de la Soledad; la despedía al salir y se quedaba en el coro en oración hasta que la virgen volvía a su iglesia.
El entusiasmo de los rondeños por la virgen le hace olvidar los trabajos que la comunidad realiza con generosidad: quitar cera, lavar y planchar túnicas y capas, hacer otras nuevas y... buscar sitio para guardar los enseres de la procesión...
Cómo disfrutaron Madre María de Cristo y la Comunidad al ver la nueva Imagen de la Virgen, tan digna y tan preciosa. Se le confecciono un vestido para traerla y luego estando aquí, el manto. Para ello se la entró en la clausura, la Madre la miraba y no se cansaba de agradecer a D. Fernando González y Gómez de las Cortinas, Hermano Mayor de Honor, y a su señora Doña Consuelo Caballero y familia el gran regalo que habían hecho a la iglesia y a la Hermandad con la Virgen.
Doña Consuelo, además de ser la Camarera de la Virgen, se prestaba para ponernos el monumento el Jueves Santo. Lo hacía con gusto y de su casa traía cuanto ella veía que podía realzarlo.
Ahora son los hermanos los que siguen, pues parte de las flores que adornan ese día el Santísimo Sacramento son regalos de la Hermandad.
Año tras año hemos seguido en contacto con la Camarera: primero Doña Consuelo y ahora su hija Doña María Fernanda y somos testigos de la dedicación e interés que pone en que la Virgen salga bien preparada, cada año distinta. Ella reclama el visto bueno de las monjas, que hasta 1992, tras las rejas del locutorio, veíamos el cariño y el mimo con que la arreglaba.
Una gozada para las monjas es cuando terminado de arreglar el paso, y todos se han ido, vamos a verlo y a admirar la belleza de la Virgen y el gusto con que lo han arreglado.
Aquí se aprecia el sacrificio de todos y particularmente nos admira Soledad Barceló Pinzón, que viene desde Madrid aunque sean unas horas para ayudar a poner las flores en el trono.
En el convento bien nos acordamos por esos días de la Semana Santa: "Que hay que guardar pan rondeño, que viene Soledad".
Cuando se casó regaló su vestido de novia y el año pasado nos trajo a su bebé.
Hemos sido testigos en estos cincuenta años de como los hermanos han ido superándose y superando las dificultades y granito a granito ir realizando y haciendo posible lo que ahora disfrutan.
Cómo trabajaron los pioneros de la Hermandad (Palma y Puya son los nombres que más se oían) y cuanta alegría sentían los monaguillos cuando les regalaron un par de zapatos y los calcetines.
En Navidad vino a vernos uno de ellos y recordaba que a mitad de la procesión se venían volando al convento pues Madre María de Cristo les tenía preparado un bocadillo y, uno a uno, se turnaban para tomarlo.
Otro recuerdo bonito y anual es el triduo a la Virgen. Muchos años fuimos las Carmelitas las que arreglábamos a la Virgen y las flores y las velas, y hasta había un apartado en la sacristía que decía: "velas de la Soledad".
El último domingo de cada mes ponen los hermanos una nota de amor a la Virgen en la Misa Conventual. Ellos se encargan de las moniciones y lecturas, y tiene un sabor especial para todos la Salve que, al final, se canta a los pies de la Madre de la Soledad.
Que bonito los años en que los hijos de los hermanos, hermanos ellos también, le ofrecían las flores a la Virgen y como disfrutaban los niños llevándolas, algunos hasta en brazos de sus madres.
No quiero pasar por alto las parejas de novios que después de la boda vienen a ofrecer el ramo a la Virgen. la Comunidad conserva algunas fotos que ellos regalaron como recuerdo. Es edificante el fervor con que le piden a la Vírgenes su Soledad que los acompañe y bendiga en su unión.
También quedó grabado en nuestro recuerdo el trágico accidente de la familia Palma. Fue un gran sufrimiento que compartimos rezando con ellos.
Cuánto me admiraba, en aquellos primeros años de mi vida religiosa, ver a los hermanos en la Novena de la Merced. Ellos se encargaban de las convocatorias y ayudaban en cuanto podían.
Cincuenta años en contacto con unos hermanos formales, cariñosos, respetuosos con la comunidad y siempre dispuestos a ayudar.
¿Una muestra?
La ayuda que prestaron el día de la presentación del libro de la Mano de Santa Teresa de Jesús, ¡Inapreciable! Como se lo agradecimos.
No podemos hablar de la Soledad, sin acordarnos de la figura entrañable de Nuestro Capellán, Monseñor Don José Parra Grossi, que no perdonó sacrificio para presidir la Procesión, y ya mayor y delicado, seguía detrás de la Virgen. En los últimos años, cuando formalmente su médico, D. Jesús Vázquez, se lo prohibía, venía acompañado de Antonia y Salvadora, solamente a presenciar la salida. Era edificante verle en esas noches de frío, con ese fervor y entusiasmo, por la Virgen de la Soledad, y las palabras de fervor que les dirigía a los hermanos antes de salir.
Una anécdota que refleja su amor a la Virgen: cuando se encontraba que a la Virgen la habían bajado, él se acercaba y le daba un beso.
En fin, siempre hemos encontrado en la Hermandad y en el hermano Mayor de turno, que la ha representado: amor, sinceridad, servicio. Así que desde el Carmelo del Corazón Eucarístico de Jesús de Ronda, ¡Enhorabuena! por estos cincuenta años y a seguir trabajando buscando el "Reino de Dios y su Justicia". Honor a la Virgen en su Soledad. El bien de todos. que lo demás se nos dará por añadidura.
Ella dejó que la imagen de la merced, por la que sentía delirio, se transformara en Soledad en el gran día del Viernes Santo poniéndole unas lágrimas, de cera, que de hecho estropearían su agraciado rostro.
Madre María de Cristo veía con gozo que su Virgen de la Merced bajara de la altura donde presidía en su iglesia (entonces no tenía camarín) dejara su niño al cuidado de la sacristana, tomara el sencillo manto negro y se vistiera de Soledad.
La veía unida al dolor de su Hijo y también al de los hijos que engendró al pie de la Cruz para consolarlos a todos.
Era la Madre de la Merced, que en su soledad se unía a tantas almas que en soledad gustan, beben y saborean el cáliz del Señor y junto a Él y junto a su Madre, sienten consuelo pues ya no están solos; tienen a un Madre y a Jesús que les llenan el vacío dejado por la ausencia de sus seres queridos, la pérdida de la salud, la incomprensión de los que le rodean o mil cosas más.
Madre María de Cristo vibraba con la procesión de la Virgen de la Soledad; la despedía al salir y se quedaba en el coro en oración hasta que la virgen volvía a su iglesia.
El entusiasmo de los rondeños por la virgen le hace olvidar los trabajos que la comunidad realiza con generosidad: quitar cera, lavar y planchar túnicas y capas, hacer otras nuevas y... buscar sitio para guardar los enseres de la procesión...
Cómo disfrutaron Madre María de Cristo y la Comunidad al ver la nueva Imagen de la Virgen, tan digna y tan preciosa. Se le confecciono un vestido para traerla y luego estando aquí, el manto. Para ello se la entró en la clausura, la Madre la miraba y no se cansaba de agradecer a D. Fernando González y Gómez de las Cortinas, Hermano Mayor de Honor, y a su señora Doña Consuelo Caballero y familia el gran regalo que habían hecho a la iglesia y a la Hermandad con la Virgen.
Doña Consuelo, además de ser la Camarera de la Virgen, se prestaba para ponernos el monumento el Jueves Santo. Lo hacía con gusto y de su casa traía cuanto ella veía que podía realzarlo.
Ahora son los hermanos los que siguen, pues parte de las flores que adornan ese día el Santísimo Sacramento son regalos de la Hermandad.
Año tras año hemos seguido en contacto con la Camarera: primero Doña Consuelo y ahora su hija Doña María Fernanda y somos testigos de la dedicación e interés que pone en que la Virgen salga bien preparada, cada año distinta. Ella reclama el visto bueno de las monjas, que hasta 1992, tras las rejas del locutorio, veíamos el cariño y el mimo con que la arreglaba.
Una gozada para las monjas es cuando terminado de arreglar el paso, y todos se han ido, vamos a verlo y a admirar la belleza de la Virgen y el gusto con que lo han arreglado.
Aquí se aprecia el sacrificio de todos y particularmente nos admira Soledad Barceló Pinzón, que viene desde Madrid aunque sean unas horas para ayudar a poner las flores en el trono.
En el convento bien nos acordamos por esos días de la Semana Santa: "Que hay que guardar pan rondeño, que viene Soledad".
Cuando se casó regaló su vestido de novia y el año pasado nos trajo a su bebé.
Hemos sido testigos en estos cincuenta años de como los hermanos han ido superándose y superando las dificultades y granito a granito ir realizando y haciendo posible lo que ahora disfrutan.
Cómo trabajaron los pioneros de la Hermandad (Palma y Puya son los nombres que más se oían) y cuanta alegría sentían los monaguillos cuando les regalaron un par de zapatos y los calcetines.
En Navidad vino a vernos uno de ellos y recordaba que a mitad de la procesión se venían volando al convento pues Madre María de Cristo les tenía preparado un bocadillo y, uno a uno, se turnaban para tomarlo.
Otro recuerdo bonito y anual es el triduo a la Virgen. Muchos años fuimos las Carmelitas las que arreglábamos a la Virgen y las flores y las velas, y hasta había un apartado en la sacristía que decía: "velas de la Soledad".
El último domingo de cada mes ponen los hermanos una nota de amor a la Virgen en la Misa Conventual. Ellos se encargan de las moniciones y lecturas, y tiene un sabor especial para todos la Salve que, al final, se canta a los pies de la Madre de la Soledad.
Que bonito los años en que los hijos de los hermanos, hermanos ellos también, le ofrecían las flores a la Virgen y como disfrutaban los niños llevándolas, algunos hasta en brazos de sus madres.
No quiero pasar por alto las parejas de novios que después de la boda vienen a ofrecer el ramo a la Virgen. la Comunidad conserva algunas fotos que ellos regalaron como recuerdo. Es edificante el fervor con que le piden a la Vírgenes su Soledad que los acompañe y bendiga en su unión.
También quedó grabado en nuestro recuerdo el trágico accidente de la familia Palma. Fue un gran sufrimiento que compartimos rezando con ellos.
Cuánto me admiraba, en aquellos primeros años de mi vida religiosa, ver a los hermanos en la Novena de la Merced. Ellos se encargaban de las convocatorias y ayudaban en cuanto podían.
Cincuenta años en contacto con unos hermanos formales, cariñosos, respetuosos con la comunidad y siempre dispuestos a ayudar.
¿Una muestra?
La ayuda que prestaron el día de la presentación del libro de la Mano de Santa Teresa de Jesús, ¡Inapreciable! Como se lo agradecimos.
No podemos hablar de la Soledad, sin acordarnos de la figura entrañable de Nuestro Capellán, Monseñor Don José Parra Grossi, que no perdonó sacrificio para presidir la Procesión, y ya mayor y delicado, seguía detrás de la Virgen. En los últimos años, cuando formalmente su médico, D. Jesús Vázquez, se lo prohibía, venía acompañado de Antonia y Salvadora, solamente a presenciar la salida. Era edificante verle en esas noches de frío, con ese fervor y entusiasmo, por la Virgen de la Soledad, y las palabras de fervor que les dirigía a los hermanos antes de salir.
Una anécdota que refleja su amor a la Virgen: cuando se encontraba que a la Virgen la habían bajado, él se acercaba y le daba un beso.
En fin, siempre hemos encontrado en la Hermandad y en el hermano Mayor de turno, que la ha representado: amor, sinceridad, servicio. Así que desde el Carmelo del Corazón Eucarístico de Jesús de Ronda, ¡Enhorabuena! por estos cincuenta años y a seguir trabajando buscando el "Reino de Dios y su Justicia". Honor a la Virgen en su Soledad. El bien de todos. que lo demás se nos dará por añadidura.
Hermana María de la paz
i.c.d.
1 comentario:
***Semana Santa en Guatemala VIII***
(Madre de la Soledad)
Como una rosa que florece
en el desierto en medio
de un vendaval…
En tu dolor te clausuraron
todas las salidas posibles
y la única que encuentras
es una ventana de fe…
Tu diste al mundo un bebe
hermoso y angelical
y recibiste de nosotros un
cuerpo sin vida y desfigurado.
Te dijeron será el rey de reyes
mas hoy solo vez en tu mesa
otro lugar vacio…
¿Quién podrá mitigar tu dolor
y tu pena? ¿Quién podrá llevar
a tu corazón consuelo?
¡Oh Madre de la soledad!
hoy los tres corceles tiran
de tu anda, la tristeza, el
silencio y la soledad…
Tu paso por las calles es
lento y cadencioso,
como quien no quiere
llegar a casa…
Porque sabe que ya nadie
le espera…
Porque sabe que hay un
lugar vacio que nadie
podrá llenar…
Oxwell L’bu
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