Las gracias tengo que daros
por este grato homenaje
en nombre de los hermanos,
que acogerán en sus manos
el cuadro de nuestra imagen.
Antes ya lo recibieron
otros que no están presentes
y que aquí nos precedieron,
pero que están ausentes.
Hermanos que ya se fueron
porque les llegó la hora;
pero nos queda el consuelo
de que estarán en el Cielo,
contemplando a la Señora,
porque en la tierra cumplieron
hasta el día de la cita
y unas manos los cubrieron,
repletas de amor y celo,
con su bandera Bendita.
Y hoy estos hombres que llevan
las riendas de la Hermandad
haciendo una nueva entrega
de un cuadro que al alma llega,
nos quiere agasajar.
Vosotros si que en verdad
lo tenéis bien merecido,
pues trabajáis con afán
luchando por la Hermandad
y no sois correspondidos.
Conseguisteis rescatar
estando casi olvidada
la historia de la Hermandad
y el año que fue fundada.
Tenemos conocimiento
sin temor a error alguno,
que fue en mil setecientos,
en el año veintiuno.
Y aunque otros hombres fueron
pioneros en la Hermandad,
vosotros sois el relevo
que quiere La Soledad.
Seguid con vuestra ilusión
aunque a veces falten fuerzas,
que es tan grande esa labor,
que la Madre del Señor
os dará la recompensa.
¿Qué Madre no se merece
que su hijo la defienda
que se esmere, que se esfuerce
y que trabaje por ella?
Y más, nuestra titular,
que siendo Reina y Señora
se encuentra afligida y sola,
llorando en su Soledad.
¿No veis cual es su quebranto?
Yo quisiera ser pañuelo
y enjugar tu dulce llanto,
para llevarte consuelo
la noche del Viernes Santo.
Porque el Domingo de Ramos
cuando a la calle se asoma,
le llamamos los cristianos
La Virgen de la Paloma.
Y ya el lunes por la tarde
cuando el pueblo fiel te reza,
eres Tú Divina Madre
Consuelo de las Tristezas.
Así, pasando las horas
la Semana Santa avanza,
y Ella es la Reina y Señora:
La Virgen de la Esperanza.
El miércoles la llamamos
Madre del Mayor Dolor
mientras que la contemplamos
a los pies del Redentor,
Y es tanto lo que nos ama,
que bajo otra advocación
también en Ronda la llaman
Señora del Buen Amor.
La noche del Jueves Santo
pedimos entre clamores,
promesas, saetas y llanto
que nos cubra con tu manto
¡¡Ay!! Virgen de los Dolores.
Y el viernes, trágico día,
tiene una pena tan honda
que compartimos en Ronda
las Angustias de María.
La invocan de muchos modos,
y tantos nombres le dan,
que el más terrible de todos
es su nombre: ¡¡Soledad!!
Tú lo sabes, Madre Buena,
terrible es la soledad
de esas madres que contemplan
a tantos Cristos en la Tierra
sin poderlos levantar.
Dímelo Madre apenada:
si fuiste corredentora
en la redención humana,
¿por qué Reina Soberana
hoy te has quedado tan sola?
Sola, sin tener consuelo
al pie de una cruz desnuda,
sufriendo el trágico duelo,
mientras que el Rey de los Cielos
le están dando sepultura.
¡¡Sola!!
siendo Tú nuestra esperanza,
Madre llena de aflicción
por el puñal que te traspasa
de pena, tu corazón.
¡¡Ay!! Madre, qué sola estás,
dolorida y afligida.
¿Es posible Soledad,
que estando tan dolorida
no te pueda consolar?
Pero no, Virgen Bendita,
que tu no te quedas sola,
porque están esas monjitas
de la Orden Carmelitas
rezándote a todas horas.
Monjitas que noche y día
te están haciendo compaña
tras la doble celosía,
doliéndole las herías
del Hijo de tus entrañas.
Madre que velan y rezan,
y tanto a tu Hijo quieren,
que piensan estas mujeres
igual que Santa Teresa.
Que mueren... porque no mueren.
¿Lo ves como no estás sola?
Es que Cristo te nombró
nuestra Madre y Protectora,
abogada y defensora
el mismo día que murió.
Cuando estos versos te digo,
yo te pido, Soledad,
por mis hermanos y amigos
y por todos los demás,
que encontrándonos afligidos
Tú nos puedes consolar.
Te pido de corazón
que la tentación no toque
a un niño que se marchó.
Aumenta su vocación.
Haz que sea buen sacerdote.
Yo sé que sin merecerlo.
Mientras la estaba mirando,
aunque les cueste creerlo,
la Virgen me estaba hablando.
Me ha dicho con impaciencia,
que vengamos a rezar
con alguna más frecuencia,
que Ella nos protegerá.
Y humildemente contesto,
que como seres humanos
ninguno somos perfectos,
y a veces aunque queramos
no cumplimos los preceptos.
Pero hoy puedes contemplar
la iglesia llena de fieles
que venimos a rezar,
porque el rondeño te quiere,
no lo vayas a dudar.
¿Recuerdas cuando tu Imagen
es sacada es procesión?
Mientras las puertas se abren,
rompe una saeta al aire
que ya es una tradición.
Y cuando en la calle ya,
emprende su recorrido,
va con tanta majestad
que los corazones están
conteniendo los latidos.
Corazones que suspiran
una vez que ha regresado,
viendo al hermano de fila,
anónimo encapuchado
que con trabajo respira.
Y llega la hora suprema.
Los hermanos horquilleros
la suben por la escalera
con brazo firme y sereno
entre bengalas y cera.
Y se escucha al capataz
que va diciendo: ¡Despacio!
que entre el trono y la fachá
tenemos muy poco espacio.
Que no nos venza el cansancio,
que Ésta es nuestra Soledad.
Cuando está a punto de entrar
llevándola entre los brazos,
la gente no aguanta más,
y la plaza a rebosar,
estalla en un fuerte aplauso.
Y es que la escena se siente,
por el misterio que encierra
la vida del penitente.
Son las cosas de esta Tierra.
Son las cosas de tu gente
que esta noche te pedimos
para ya finalizar:
Como fuimos redimidos,
cuando nos veas deprimidos
no nos dejes, ¡¡Soledad!!
Conclusión:
Pongamos nuestros sentidos
en esta estrofa final:
si lo que aquí te decimos,
con fe se lo hemos pedido,
¿Ella nos va a abandonar?
por este grato homenaje
en nombre de los hermanos,
que acogerán en sus manos
el cuadro de nuestra imagen.
Antes ya lo recibieron
otros que no están presentes
y que aquí nos precedieron,
pero que están ausentes.
Hermanos que ya se fueron
porque les llegó la hora;
pero nos queda el consuelo
de que estarán en el Cielo,
contemplando a la Señora,
porque en la tierra cumplieron
hasta el día de la cita
y unas manos los cubrieron,
repletas de amor y celo,
con su bandera Bendita.
Y hoy estos hombres que llevan
las riendas de la Hermandad
haciendo una nueva entrega
de un cuadro que al alma llega,
nos quiere agasajar.
Vosotros si que en verdad
lo tenéis bien merecido,
pues trabajáis con afán
luchando por la Hermandad
y no sois correspondidos.
Conseguisteis rescatar
estando casi olvidada
la historia de la Hermandad
y el año que fue fundada.
Tenemos conocimiento
sin temor a error alguno,
que fue en mil setecientos,
en el año veintiuno.
Y aunque otros hombres fueron
pioneros en la Hermandad,
vosotros sois el relevo
que quiere La Soledad.
Seguid con vuestra ilusión
aunque a veces falten fuerzas,
que es tan grande esa labor,
que la Madre del Señor
os dará la recompensa.
¿Qué Madre no se merece
que su hijo la defienda
que se esmere, que se esfuerce
y que trabaje por ella?
Y más, nuestra titular,
que siendo Reina y Señora
se encuentra afligida y sola,
llorando en su Soledad.
¿No veis cual es su quebranto?
Yo quisiera ser pañuelo
y enjugar tu dulce llanto,
para llevarte consuelo
la noche del Viernes Santo.
Porque el Domingo de Ramos
cuando a la calle se asoma,
le llamamos los cristianos
La Virgen de la Paloma.
Y ya el lunes por la tarde
cuando el pueblo fiel te reza,
eres Tú Divina Madre
Consuelo de las Tristezas.
Así, pasando las horas
la Semana Santa avanza,
y Ella es la Reina y Señora:
La Virgen de la Esperanza.
El miércoles la llamamos
Madre del Mayor Dolor
mientras que la contemplamos
a los pies del Redentor,
Y es tanto lo que nos ama,
que bajo otra advocación
también en Ronda la llaman
Señora del Buen Amor.
La noche del Jueves Santo
pedimos entre clamores,
promesas, saetas y llanto
que nos cubra con tu manto
¡¡Ay!! Virgen de los Dolores.
Y el viernes, trágico día,
tiene una pena tan honda
que compartimos en Ronda
las Angustias de María.
La invocan de muchos modos,
y tantos nombres le dan,
que el más terrible de todos
es su nombre: ¡¡Soledad!!
Tú lo sabes, Madre Buena,
terrible es la soledad
de esas madres que contemplan
a tantos Cristos en la Tierra
sin poderlos levantar.
Dímelo Madre apenada:
si fuiste corredentora
en la redención humana,
¿por qué Reina Soberana
hoy te has quedado tan sola?
Sola, sin tener consuelo
al pie de una cruz desnuda,
sufriendo el trágico duelo,
mientras que el Rey de los Cielos
le están dando sepultura.
¡¡Sola!!
siendo Tú nuestra esperanza,
Madre llena de aflicción
por el puñal que te traspasa
de pena, tu corazón.
¡¡Ay!! Madre, qué sola estás,
dolorida y afligida.
¿Es posible Soledad,
que estando tan dolorida
no te pueda consolar?
Pero no, Virgen Bendita,
que tu no te quedas sola,
porque están esas monjitas
de la Orden Carmelitas
rezándote a todas horas.
Monjitas que noche y día
te están haciendo compaña
tras la doble celosía,
doliéndole las herías
del Hijo de tus entrañas.
Madre que velan y rezan,
y tanto a tu Hijo quieren,
que piensan estas mujeres
igual que Santa Teresa.
Que mueren... porque no mueren.
¿Lo ves como no estás sola?
Es que Cristo te nombró
nuestra Madre y Protectora,
abogada y defensora
el mismo día que murió.
Cuando estos versos te digo,
yo te pido, Soledad,
por mis hermanos y amigos
y por todos los demás,
que encontrándonos afligidos
Tú nos puedes consolar.
Te pido de corazón
que la tentación no toque
a un niño que se marchó.
Aumenta su vocación.
Haz que sea buen sacerdote.
Yo sé que sin merecerlo.
Mientras la estaba mirando,
aunque les cueste creerlo,
la Virgen me estaba hablando.
Me ha dicho con impaciencia,
que vengamos a rezar
con alguna más frecuencia,
que Ella nos protegerá.
Y humildemente contesto,
que como seres humanos
ninguno somos perfectos,
y a veces aunque queramos
no cumplimos los preceptos.
Pero hoy puedes contemplar
la iglesia llena de fieles
que venimos a rezar,
porque el rondeño te quiere,
no lo vayas a dudar.
¿Recuerdas cuando tu Imagen
es sacada es procesión?
Mientras las puertas se abren,
rompe una saeta al aire
que ya es una tradición.
Y cuando en la calle ya,
emprende su recorrido,
va con tanta majestad
que los corazones están
conteniendo los latidos.
Corazones que suspiran
una vez que ha regresado,
viendo al hermano de fila,
anónimo encapuchado
que con trabajo respira.
Y llega la hora suprema.
Los hermanos horquilleros
la suben por la escalera
con brazo firme y sereno
entre bengalas y cera.
Y se escucha al capataz
que va diciendo: ¡Despacio!
que entre el trono y la fachá
tenemos muy poco espacio.
Que no nos venza el cansancio,
que Ésta es nuestra Soledad.
Cuando está a punto de entrar
llevándola entre los brazos,
la gente no aguanta más,
y la plaza a rebosar,
estalla en un fuerte aplauso.
Y es que la escena se siente,
por el misterio que encierra
la vida del penitente.
Son las cosas de esta Tierra.
Son las cosas de tu gente
que esta noche te pedimos
para ya finalizar:
Como fuimos redimidos,
cuando nos veas deprimidos
no nos dejes, ¡¡Soledad!!
Conclusión:
Pongamos nuestros sentidos
en esta estrofa final:
si lo que aquí te decimos,
con fe se lo hemos pedido,
¿Ella nos va a abandonar?
Poemas recopilados de "Mi Rezo en Verso" José Mª. León Cordón
No hay comentarios:
Publicar un comentario