lunes, 15 de marzo de 2004

Poemas a Nuestra Señora: Prosa a María Santísima en la Soledad marzo, 2004

Ya se van apagando las últimas voces que suenan a las puertas de la Iglesia de La Merced; ya los niños a hombros de sus padres para ver a la Virgen, preguntan a éstos cuando va a salir la Madre de Jesús; ya los ancianos, esos que tantas veces la han visto salir, piensan en que a ellos, en ocasiones, también les invade la Soledad; y esos jóvenes, el futuro de Ronda, esperan con ansia, la misma que tienen por vivir, que los portadores de trono saquen a hombros a esa Soledad a la cual se van a dirigir para que les guíe. Y así, entre la multitud, se va adentrando María Santísima en la Soledad, y por fin se abren las puertas y, con el cielo teñido de negro, pero lleno de estrellas que iluminarán el recorrido de esta procesión, se ve la Imagen de nuestra Madre a las puertas de La Merced. Ahí viene nuestra Virgen, sólo la acompaña su Soledad y la de cada uno de los que allí estamos; ahora es el momento de dedicarnos unos minutos de Soledad y Silencio a nosotros mismos y a esa Virgen que nos mira desamparada, sola...
El trono viene adornado por la más bella de las flores que se halla en el centro, y que no es otra que la Imagen de María Santísima en la Soledad. Otras flores la rodean, admirando su belleza y envidiosas de querer tocarla. Flores, flores de color blanco y rosa que iluminan un poco más el camino. Un recorrido estremecedor, de esos que uno revive nada más con recordarlo, un camino en el cual iremos dejando todo aquello que nos corroe para dejar paso al amor y a la gloria de una Resurrección que ya se aproxima. Y María espera en la escalinata de la Iglesia, porque la procesión del Santo Entierro ya enfila la calle Armiñán, para volver al Barrio San Francisco. Comienza la procesión, Ronda está vestida de luto, un luto riguroso por la Muerte de Cristo y por la Soledad de su Madre. Pero hay otra Soledad aún peor, aquella que llevan muchos hombres y mujeres en su corazón, una Soledad que a veces sólo la puede llenar la imagen de Nuestra María Santísima de la Soledad, paseando por las calles de Ronda.

Así es como veo yo, en líneas generales a esta Hermandad y a sus Sagradas Imágenes, pero este año pretendo llegar más allá, pretendo conocer esa parte que no se ve desde fuera, pero que, en realidad, es la más importante y maravillosa: el trabajo de todo un año, el trabajo y el sentir de la gente de la Hermandad, y de toda la ciudad de Ronda. Si ustedes me permiten y me abren, además de las puertas de su Hermandad, las de su corazón, yo puedo decirles que será para mí un gran orgullo el seguir trabajando por lo mío y el comenzar a vivir y sentir esta Hermandad más con el corazón y menos con la mente.


Porque ser cofrade, sentir y vivir una Hermandad, sólo puede ser transmitido cuando se siente de verdad lo que se hace, y cuando lo que se hace se hace más con el corazón, que con la mente. Porque todo tiene su principio y su fin, pero para aquellos que amamos tanto la Semana Santa, sería nuestro mayor deseo, el permanecer, uno de esos días de la Semana Mayor, contemplando el eterno amanecer de los primeros, fuertes y tímidos pasos de nuestra Hermandad.

Cristina Badillo Serrano